El conflicto entre Israel y Palestina es uno de los más prolongados, complejos y polarizantes del mundo. Con raíces que se remontan a más de un siglo, combina disputas territoriales, identidades nacionales, religión, derechos humanos y geopolítica internacional. Para comprender su dimensión actual, es esencial explorar su historia, los hitos clave y los obstáculos persistentes para la paz (Crisis en Gaza).
La Franja de Gaza, un pequeño territorio de aproximadamente 365 kilómetros cuadrados, ha sido durante décadas el epicentro de uno de los conflictos más prolongados y complejos del mundo. Situada en el Mediterráneo oriental y habitada por más de dos millones de personas, Gaza es un lugar donde la vida cotidiana está marcada por la escasez, la violencia y la incertidumbre. En este artículo, exploraremos la situación actual en Gaza, sus raíces históricas y las implicaciones humanitarias que continúan afectando a su población.
El conflicto en Gaza tiene sus raíces en décadas de disputas territoriales, políticas y religiosas entre israelíes y palestinos. Desde la creación del Estado de Israel en 1948 y la posterior Guerra de los Seis Días en 1967, Gaza ha estado bajo ocupación militar israelí, lo que ha generado tensiones constantes. En 2005, Israel retiró sus asentamientos y tropas de Gaza, pero mantuvo el control sobre sus fronteras, espacio aéreo y aguas territoriales, lo que ha sido descrito por muchos como un bloqueo efectivo.
Los Orígenes del Conflicto se enmarcan en diferentes momentos de la historia reciente de la humanidad:
Movimientos Nacionalistas en Conflicto: A finales del siglo XIX, el sionismo, un movimiento judío que buscaba establecer un hogar nacional en Palestina (entonces bajo el Imperio Otomano), chocó con el nacionalismo árabe palestino, que reclamaba la misma tierra como parte de su identidad histórica y cultural.
La Declaración Balfour (1917), en la que el Reino Unido apoyó “un hogar nacional para el pueblo judío” en Palestina, intensificó las tensiones durante el Mandato Británico (1920-1948).
Violencia y Desplazamiento: Entre 1936 y 1939, una revuelta árabe contra la inmigración judía y el control británico fue reprimida con fuerza.
Tras la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, la presión internacional para crear un Estado judío aumentó. En 1947, la ONU propuso un plan de partición que dividía Palestina en un Estado judío (55% del territorio) y otro árabe (45%), con Jerusalén bajo control internacional. Los líderes judíos aceptaron, pero los árabes lo rechazaron.
La Guerra de 1948 y la Nakba: Tras la declaración de independencia de Israel en mayo de 1948, estalló una guerra entre Israel y sus vecinos árabes (Egipto, Jordania, Siria, Irak y Líbano).
Israel amplió su territorio, ocupando el 78% de la Palestina histórica. Más de 700,000 palestinos fueron desplazados (la Nakba o “catástrofe”), dando inicio al problema de los refugiados palestinos, que hoy superan los 5 millones.
La Guerra de los Seis Días (1967): Israel ocupó Cisjordania, Jerusalén Este, Gaza, los Altos del Golán sirios y el Sinaí egipcio. Jerusalén Este, con lugares sagrados para judíos, musulmanes y cristianos, fue anexionada en 1980, un movimiento no reconocido internacionalmente.
Asentamientos y Resistencia: Israel inició la construcción de asentamientos judíos en territorios ocupados, considerados ilegales según el derecho internacional. Hoy, más de 700,000 colonos viven en Cisjordania y Jerusalén Este.
Surgieron grupos palestinos armados, como la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), liderada por Yasser Arafat, que combinó resistencia política y militar.
Intifadas: Las Intifadas se han constituido en momentos clave de resistencia popular en los territorios palestinos, reflejando tanto la reacción ante la ocupación como las tensiones estructurales y simbólicas en la región. Se pueden distinguir, en términos generales, dos periodos significativos: la Primera Intifada (1987–1993) y la Segunda Intifada (2000–2005).
La Primera Intifada (1987–1993)
La Primera Intifada se inició en diciembre de 1987 en Gaza y Cisjordania como un levantamiento espontáneo de la población palestina. Esta revuelta se caracterizó por:
Formas de protesta: Manifestaciones masivas, huelgas, boicots y el uso de métodos de resistencia no violenta, aunque también se registraron episodios de violencia, en los que el uso de piedras y otros objetos se convirtió en símbolo de la lucha contra la ocupación (Khalidi, 1997; Smith, 2010).
Impacto social y político: La Intifada evidenció las profundas desigualdades y la represión que vivían los palestinos bajo el mandato militar israelí, movilizando la opinión pública internacional y sirviendo como un catalizador para procesos de paz, como los Acuerdos de Oslo (Smith, 2010).
Cifras y consecuencias: Aunque las estimaciones varían, se calcula que la revuelta dejó un número considerable de víctimas palestinas, lo que impulsó la atención de organismos internacionales y la puesta en marcha de medidas humanitarias (UNRWA, 2020).
La Segunda Intifada (2000–2005)
La Segunda Intifada, también denominada Intifada de Al-Aqsa, surgió en un contexto de desencanto tras el fracaso de las negociaciones de paz y se desencadenó tras la visita del entonces líder político Ariel Sharon a la Explanada de las Mezquitas en septiembre de 2000. Entre sus características destacan:
Escalada de la violencia: A diferencia de la primera, esta intifada estuvo marcada por un incremento de la violencia. Se evidenció el uso de tácticas más agresivas por parte de grupos armados palestinos, como atentados suicidas, y una respuesta militar israelí más contundente, que afectó gravemente a la población civil (United Nations, 2019; OCHA, 2005).
Repercusiones humanitarias: Durante este periodo, las cifras de víctimas aumentaron de manera significativa. Diversos informes estiman que murieron más de 3,000 palestinos y aproximadamente 1,000 israelíes, lo que generó una profunda crisis humanitaria en la región (OCHA, 2005).
Consecuencias en el escenario internacional: La intensidad de la violencia durante la Segunda Intifada fortaleció la polarización de las posturas internacionales, impulsó un endurecimiento de las medidas de seguridad por parte de Israel y generó amplias condenas internacionales frente a las violaciones de derechos humanos (United Nations, 2019).En 2007, el grupo político y militar Hamas tomó el control de Gaza tras una breve guerra civil con Fatah, la facción palestina que gobierna en Cisjordania. Desde entonces, Hamas ha sido considerado por Israel, Estados Unidos y la Unión Europea como una organización terrorista, lo que ha complicado aún más las relaciones entre las partes.
En los últimos años, la situación en Gaza ha empeorado significativamente. El bloqueo impuesto por Israel, junto con las restricciones egipcias en la frontera sur, ha limitado severamente el flujo de bienes esenciales, incluyendo alimentos, medicinas y combustible. La infraestructura básica, como el suministro de electricidad y agua potable, está en condiciones críticas, y el desempleo supera el 50%, una de las tasas más altas del mundo.
Los enfrentamientos armados entre Israel y Hamas han sido recurrentes, con escaladas de violencia que han dejado cientos de muertos y miles de heridos, la mayoría de ellos civiles. Los bombardeos aéreos israelíes y los cohetes lanzados desde Gaza hacia Israel han creado un ciclo de destrucción y sufrimiento que parece no tener fin.
La población de Gaza enfrenta una crisis humanitaria de proporciones alarmantes. Según organizaciones internacionales como la ONU y la Cruz Roja, más del 80% de los habitantes de Gaza dependen de la ayuda humanitaria para sobrevivir. Los hospitales carecen de suministros médicos adecuados, las escuelas están abarrotadas y muchas familias viven en condiciones de extrema pobreza.
El acceso limitado a agua potable y electricidad ha generado problemas de salud pública, incluyendo brotes de enfermedades infecciosas. Además, el bloqueo ha impedido la reconstrucción de viviendas y infraestructuras destruidas en los conflictos anteriores, dejando a miles de personas sin hogar.
La comunidad internacional ha expresado repetidamente su preocupación por la situación en Gaza, pero los esfuerzos para alcanzar una solución duradera han sido insuficientes. Las Naciones Unidas han llamado al levantamiento del bloqueo y a la reanudación de las negociaciones de paz, pero los intereses políticos y las divisiones internas entre las facciones palestinas han dificultado cualquier avance significativo.
Organizaciones no gubernamentales y grupos de derechos humanos han denunciado las violaciones de los derechos humanos en Gaza, incluyendo el uso desproporcionado de la fuerza y las restricciones al movimiento de personas. Sin embargo, las respuestas concretas han sido limitadas, y la población de Gaza continúa pagando el precio de un conflicto que parece no tener fin.
Uno de los aspectos centrales del conflicto es la disputa por la tierra y la construcción de narrativas identitarias contrapuestas. La creación del Estado de Israel y la consiguiente expulsión y desplazamiento de comunidades palestinas han generado una herida histórica profunda, alimentando resentimientos y ciclos de violencia que se han reiterado a lo largo de las décadas (Khalidi, 1997).
Por otro lado, la expansión de asentamientos en territorios ocupados, la imposición de bloqueos y las respuestas militares han contribuido a la radicalización de posturas. Datos de organismos internacionales indican que la infraestructura humanitaria en Gaza y Cisjordania ha sido severamente afectada por estas políticas, lo que se traduce en limitaciones en el acceso a servicios básicos y el aumento de la pobreza (United Nations, 2019).
Asimismo, la intervención y mediación de actores internacionales han sido constantes a lo largo de la historia. A pesar de múltiples resoluciones y propuestas de paz, la falta de un consenso duradero refleja la complejidad de los intereses en juego y la dificultad de conciliar narrativas históricas tan divergentes (Smith, 2010).
El camino hacia la resolución del conflicto implica enfrentar tanto las reivindicaciones territoriales como las dimensiones culturales y simbólicas. Es esencial que las negociaciones incluyan a actores locales, regionales e internacionales, lo que supone superar barreras de desconfianza y polarización. La consolidación de una paz duradera dependerá, en gran medida, del reconocimiento mutuo y del establecimiento de garantías de seguridad que respeten el derecho internacional (Khalidi, 1997).
La transformación de un escenario de conflicto prolongado en un ambiente de convivencia pacífica requiere además iniciativas de diálogo que integren procesos de justicia transicional y reparación histórica. En este sentido, las políticas de inclusión y reconocimiento de la diversidad identitaria se presentan como herramientas fundamentales para romper con ciclos de violencia y construir una paz justa (Morris, 2001).
La situación en Gaza es un recordatorio doloroso de las consecuencias humanas de los conflictos prolongados. Es imperativo que todas las partes involucradas, junto con la comunidad internacional, trabajen de manera constructiva para encontrar una solución pacífica y sostenible. La paz no solo beneficiaría a los habitantes de Gaza, sino que también contribuiría a la estabilidad de toda la región.
Es fundamental priorizar el diálogo sobre la violencia, la cooperación sobre el bloqueo y la humanidad sobre la política. Solo a través de un esfuerzo conjunto y un compromiso genuino con los derechos humanos y la justicia se podrá poner fin al sufrimiento en Gaza y abrir el camino hacia un futuro más esperanzador para sus habitantes.
La crisis en Gaza no es solo un problema regional; es un desafío global que nos llama a reflexionar sobre nuestra responsabilidad colectiva hacia aquellos que sufren en silencio. La paz en Gaza no es solo una posibilidad; es una necesidad urgente.
Referencias
Coser, L. A. (1956). The functions of social conflict. Free Press.
Mearsheimer, J. J. (2001). The tragedy of great power politics. W. W. Norton.
Morris, B. (2001). Righteous victims: A history of the Zionist-Arab conflict, 1881-2001. Vintage.
Smith, C. D. (2010). Palestine and the Arab-Israeli conflict: A history with documents. Bedford/St. Martin’s.
United Nations. (2019). Report on the situation in the Middle East. United Nations.
United Nations Relief and Works Agency for Palestine Refugees in the Near East (UNRWA). (2020). Annual Report. https://www.unrwa.org/annual-reports
Wendt, A. (1999). Social theory of international politics. Cambridge University Press.